domingo, 25 de noviembre de 2012

Sí, Marcos


Cuando cierro los ojos muy fuerte, pero fuerte de verdad Marcos eh, a veces pienso que me voy a transformar en una mariposa. Y de repente me sale un ala viste, así bien colorida, bien azul. Ja ja ja, qué loca estoy che!
-Ja ja ja bueno puede ser, tenés razón Marcos, todos nos imaginamos cosas absurdas a veces.
-Sí Marcos, Sí. Por eso me gusta tanto hablar con vos, porque me hacés sentir bien!
-Ay Marcos no seas así che! Ya sé que es tu trabajo y que bla bla bla, pero te estoy diciendo lo que siento Marcos. ¿No es eso a lo que vengo?
- Si ya lo sé. Ya sé que tenemos que hablar de mí y no de vos. Pero bueno Marcos tampoco exageres que no te pregunté ni donde ni con quién vivís eh. ¿Siempre son así los psicólogos? ¡Qué pesados che!
- Bueno, está bien. Si te conociera en otro ambiente creo que me caerías mal Marcos, te soy sincera.
-¿Mi semana? Pfff, aburrida como siempre. El trabajo muy cansador.
- Si ya sé, pero vivir cansa Marcos.
- No, no, no. No me mal interpretes. No estoy cansada de vivir, solo digo que vivir cansa, en general digo yo.
-Si si, quedate tranquilo. Ah, casi me olvidaba de decirte que hoy te olvidaste de hacer hincapié en que todo se remonta a la relación con mi madre.
-¿Por qué digo eso? Ja ja, nada Marcos, era un chiste que siempre le quise hacer a un psicólogo, no me des bola. Mirá si me analizas esto y al final era verdad que todo se relaciona con mi mamá... Jajaja no me escuches, estoy delirando.
-Así que a veces “los delirios reflejan algo de uno mismo, algo que queremos pero no podemos entender” Mirá vos Marcos. Yo sabía que no tenía que hacer el chiste. Por ahí a alguien más joven le hubiera resultado gracioso. Humor de psicólogos...
-Si Marcos, te estoy diciendo viejo.
-…
-Si querés te cuento mi sueño, ya que estamos con ganas de interpretar parece.  El otro día soñé (y no por primera vez) que era chiquita y me tiraba de un tobogán. Pero cuando iba bajando me daba cuenta que el tobogán no tenía final, y que me iba a quedar atrapada en esa bajada, para siempre.
-¿Muy interesante? Marcos qué decís! No es interesante, es feo, es angustiante. ES MIEDO MARCOS, MIEDO!
-No sé a qué le tengo miedo, a muchas cosas creo. No se Marcos, por eso te lo cuento.
-Sí, bastantes. Hace un par de años empezó. Tres
- ¿Miedo a avanzar, a seguir adelante? ¿Miedo a no poder cambiar? Nunca lo había pensado de esa manera.
- ¿Cómo que “es la hora”? Pasaron 20 minutos Marcos, ¿Qué hora ni hora? 
- ¿Dije algo importante y me querés dejar pensando? ¡Pero necesito seguir, no me puedo ir!
-¿A veces es necesario poder dejar algo atrás? ¿Qué tiene que ver con que pasaron 20 minutos pero igual te tengo que pagar 200 pesos?
-Bueno Marcos, ganás vos como siempre. Sí, Sí, nos vemos la próxima.
- No, no voy a llegar tarde. Chau Marcos, chau. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Matías está triste


Matías está triste. Va a la cocina y se como en alfajor de chocolate blanco. Pero esto no llena su vacío. Está mal.
Llama a Lucía, su psicóloga y le pide adelantar su sesión. Ella le dice que sí que está bien y Matías se siente un poquito mejor.
Piensa en su vida, su trabajo, su familia. En árboles de otoño, la parada del 60 que está rota, en sus clases de piano. Matías se abstrae, piensa muchas cosas por un tiempo relativamente largo; y después vuelve a su realidad, a las cuatro paredes que limitan su living.
Matías decide hacer un cambio radical en su vida. Iba a opinar siempre en política, se compraría un perro y un loro; llamaría a María y le ofrecería salir con él (tal vez al cine o sino un café). Miles de promesas y palabras cruzan su cabeza. – voy a empezar el gimnasio tres veces por semana; voy a renunciar Eugenio! Ya no me vas a pedir más que te vaya a buscar el diario hijo de puta; voy a comprarme una bici y dejar de usar para todo el auto...– 
Al rato Matías se olvida el por qué de sus pensamientos, pero está conforme con su decisión. Ansía contárselo a Lucía. Ella seguro lo apoya. O tal vez no.
Pero son las cuatro de la tarde y Matías vuelve a estar triste. No está muy seguro de por qué. Cree que no es por algo en particular sino una suma de cosas.
Qué fácil es la vida de un pez! Piensa. Fácil, fácil, fácil. Quisiera ser un pez, o tal vez un pájaro. La vida de los pájaros también debe ser fácil. Sí. Y qué lindo debe ser volar. Volar y olvidarte de todo, sentir el viento frío en la cara, frío y que seca lágrimas.
Y Matías llora, llora mucho. No puede parar, se tira al piso y sigue llorando por todo y por nada. Llora por lo que cree que le pasa, llora por no saber por quién llorar. Llora sin saber y sin saber, sigue llorando. Y de repente, sumergido en ese mar de lágrimas, se queda dormido.
Matías se despierta y es de noche. Está tirado en el piso, un poco mojado y contracturado. Mira el reloj y son las 11. Se da cuenta que no fue a su sesión con Lucía. Quiere volver a llorar, pero está seco. En realidad, cree querer llorar, pero no. Ya no quiere ni llorar ni nada.
Matías se acuerda de lo que había prometido y se ríe muy fuerte. Cambiar. Cambiar ja ja ja! A veces pienso cosas tan ridículas cuando estoy mal. Matías ahora está serio de nuevo.
No tiene sueño pero se va a acostar. Mañana me voy a sentir mejor, piensa. Los 7 de Octubre son un buen día para estar un poquito más feliz.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Memorias de una flor


Al ramo se le cayeron todas las flores. Los pétalos desparramados por el suelo, inconexos, ocultaban cualquier signo de vida.
La muerte, silenciosa como un suspiro, les había quitado su color. Ya no se podía hacer nada.  La rosa roja, que había estado tan llena fuerza, había cedido frente al abismo del universo.  

Margarita y Rosa


Margarita encontró una guitarra en el piso y se puso a tocar. Al mismo tiempo, Rosa se creó un blog secreto para subir todo lo que escribía.
Margarita de noche tenía miedo de la oscuridad, de esa negrura inabarcable, infinita. Por eso antes de dormir rociaba su almohada con un perfume de flores, para sentirse menos sola, menos perdida.
Rosa, por su parte, escribía un cuento sobre dos enamorados. Pero quiso que el final fuese triste, condenando a los amantes a vivir separados por el resto de sus vidas. Siete noches le había llevado pensar el final. Siete días, contar el resto de la historia.
Un día Margarita se levantó con el pie izquierdo y no pudo tocar los acordes de su canción favorita.  Un día Rosa se levantó con el pie derecho y le regalaron una flor.
El tiempo pasaba y sus vidas continuaban sus rumbos; Margarita seguía tocando, Rosa seguía escribiendo... Nada nada fuera de lo común les ocurría. Nada hasta aquel martes de Abril.
Hacía frío, aunque el sol iluminaba toda la ciudad.  Margarita salió de su casa porque tenía ganas de tomar un café rico. Al mismo tiempo, Rosa se quedó sin medialunas y se dispuso a ir a comprar más, aquellas de ese bar de Palermo que le gustaban tanto.
Era martes y hacía frio, aunque el sol iluminaba toda la ciudad. Margarita y Rosa, que venían caminado muy concentradas en sus propios pensamientos, se chocaron frente a la puerta del bar. Y en un susurro casi simultáneo se dijeron perdón.
Margarita miró a Rosa, Rosa miró a Margarita y en ese momento, el mundo empezó a girar mucho más rápido. Todavía no lo sabían, pero a partir de aquél día, sus vidas cambiarían para siempre.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Pienso yo un día común


Hoy por hoy puedo decir que soy feliz. Tengo una casa, un perro y un pijama a rayas. Y aunque hay ratitos en los que estoy triste, me río bastante.
Me dan gracia los ruidos raros, los bichitos de luz, el olor a pis, las nubes con formas, los chistes malos y la película Alicia en el país de las maravillas.
Les voy a contar un poco de mi vida. A la mañana, después de lavarme los dientes y cambiarme, bajo por mi escalera caracol y me hago dos tostadas con un té. A una le pongo manteca y a la otra mermelada de kiwi. La primera la como mirando la tele y cuando ya voy por la segunda, miro por la ventana y mientras, pienso en lo absurdo de este mundo. Ah, casi me olvidaba, lo absurdo también me da risa. Por suerte, pienso yo. Así me puedo reír todas las mañanas.
Después abro mi cuaderno y me pongo a hacer ejercicios de física. Mis favoritos son los de tiro libre y caída vertical, pero hago de todo un poco. Calorimetría, dinámica, trabajo. Porque si hay algo que odio en la física es la monotoneidad .
Cuando ya me aburro de tanta ecuación, busco a Toro mi perro y tenemos conversaciones bastante profundas (aunque a veces no tanto). Le hablo de la física, por ejemplo: ¿Toro, para vos cuanta cantidad de nada puede entrar en el vacío? Y después me doy cuenta que lo que acabo de preguntar es un absurdo y me río. Le hablo de mis amigos, de mi familia, de mis problemas más íntimos. Otras veces le digo que no haga pis adelante mío, porque me hace reír. Y él me entiende, pienso yo. Porque siempre mueve la cola.
En mi casa hay un ascensor, saben, porque soy bastante rica. Entonces cuando ya le di el huesito a Toro, subo por éste. Pero al entrar, solo puedo pisarlo con un pie, porque es algo que un día prometí.
Luego entro a mi pieza y escucho música. Pero entra María y me interrumpe. Y Pensar en María me saca las ganas de contarles un poco más de mi vida. Si, es eso. Pienso yo.

martes, 14 de agosto de 2012

Sola

Llantos, palabras, tristezas.
Años, meses, días; una eternidad.
Sola, sí, sola. Sola y sin rumbo.
Pensando, deseando,
soñando desesperadamente otra realidad.
Sueño, sí, sueño, Sueño despierta,
me acobijo en la memoria.
Olores de la infancia, colores pastel.
Abrazos, esperanza, futuro.
Solo me quedan recuerdos.
Sueño sola en este mundo.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Es así

-Están feos los fideos, Manuel.
-Sí ya se, les falta sal.
-Es verdad, es eso.
-Si.
-Te quiero Manu.

Rota


Escribo los versos más lindos y tristes, porque en cada uno de ellos, estás vos. Y cierro los ojos y te veo. Y sueño, sueño un poquito, que estás acá conmigo. Que me abrazás, un abrazo tan cálido, tan real, tan nuestro. Y mientras tus brazos recorren mi cuerpo, mientras siento tu aliento en mi cuello, me decís que me querés, que soy tu todo. Que lindas palabras aquellas que pronuncias, porque las sentís. Basta mirar tus ojos tan negros, tan profundos, tan sinceros; para no dudar más.
Pero al abrir los ojos, me enfrento con la cruda realidad. Miro por todas partes, te busco desesperada. Pero sé que no estás, sé que todo había sido un sueño, mi imaginación. Sé que estoy sola, tan sola como siempre. Pero soy fuerte, eso me digo a mi misma, y no lloro. No lloro por no tenerte, no lloro por no poder besarte, no lloro porque no seas mío.
En cambio escribo, escribo los versos más lindos y tristes, porque en cada uno de ellos, estás vos.
Como un caracol ando por la vida, defendiéndome, protegiéndome en mi interior. Pero, al igual que el caracol, bastaría un simple golpe, para quebrarme completamente.
Yo ya estoy rota, pero no me derrumbé. Quizás porque albergo esperanza de que me quieras. Quizás, sin ser más, soy una soñadora. Quizás son los sueños lo único que me mantienen con vida, lo que me incentivan a seguir respirando, corta y pausadamente, pero respirando. Y quizás, un día me despierte y deje de soñar, y allí mi golpe definitivo, mi derrota. Quizás en ese momento, me atreva a afirmar lo que por ahora no puedo pronunciar, lo que no me atrevo siquiera a pensar. Que no me querés.
Pero mientras tanto, solo escribo los versos más lindos y tristes, porque en cada uno de ellos, estás vos.

L' amour


Sonaba el teléfono aquél martes de enero. No sé si era el calor o qué, pero me sentía rara. Ese cosquilleo en la panza...-Tenés mariposas!- Hubiese dicho Juan. Yo le habría contestado que sí que podía ser.
Me levanté de la cama por el ruido del teléfono, pero cuando estaba por atender, dejó de sonar. Instantáneamente lamenté haberme parado. Volví a mi pieza y me miré al espejo, algo adentro mío me decía -¡Llorá Marina, llorá!- Y yo tenía ganas de hacerle caso a esa voz.  Tenía ganas de llorar. Pero también estaba aquella otra voz que preguntaba por qué iba a llorar – ¿Tenés motivos Marina?-. Pero yo no sabía que responder.  Sólo sabía que algo presionaba mi pecho con firmeza, como si quisera arrancar una parte de mí. Y cada vez era más fuerte, casi insoportable.
Y así sin más, lloré. Lloré como nunca había llorado, fue un llanto distinto, nuevo. Puro. Mil imágenes cruzaron por mi cabeza, un remolino de sentimientos, finalmente encontrados.
Y tuve miedo, mucho miedo. Porque finalmente entendía lo que me estaba pasando. Mis manos se llenaron de sudor, tenía vergüenza. Pero este miedo también era nuevo. Era algo que nunca había sentido. Me había enamorado.
Pero así, de repente, me sentí un poco contenta, me olvidé de todo y sonreí. Qué loco esto del amor!, pensé.  Y fui a la cocina y me serví un vaso de coca. Y pensé en Felipe, en su pelo negro, en sus ojos grises, en sus manos. Luego agarré una hoja y un papel y me puse a escribir. Escribí un cuento que se llamaba L’amour. Decía algunas cosas tristes y otras lindas, como un espejo de mí misma.
Y después no sé por qué, pensé en la lluvia, en ese olor tan característico de los días lluviosos. Y lloré un poquito más. Me dije que era porque quería volver a sentir ese olor, pero algo adentro mío volvió a decir –Tus lágrimas no son lluvia Marina-. Me estaba engañando. Pero después pensé en Felipe y el sol volvió a salir.
Me había enamorado.

Soñadora


Soñadora se ataba el pelo. Miraba para arriba y lo veía. Su cara la completaba, la llenaba. Estaba ahí, tan cerca... Pero ella lo sentía lejos, lejos como siempre había estado. Soñadora no creía en nada, ni siquiera en el amor. Pero él bajaba las escaleras, se acercaba. Cada paso que daba era un paso menos, el encuentro, inevitable, gritaba desesperado. Sus corazones también. ¿Unirían al fin sus bocas en una? Cuántas veces había imaginado soñadora aquel momento, ese uno, ese infinito, las palabras eran insuficientes para describirlo.
Él se acercaba, y se seguía acercando. Soñadora, escéptica, esperaba impaciente. Lo necesitaba, era su cable a tierra, él la mantenía con vida. En su respirar ella encontraba consuelo, nada malo pasaría mientras él estuviera ahí, con ella.
Y finalmente sucedía. Allí estaban los dos, a un paso de distancia. Una lágrima caía del rostro de Soñadora. Un millón de imágenes pasaban por su cabeza. Su infancia rota, un abrazo partido. Pero a pesar de todo él seguía ahí, no había desaparecido. Él con su eterna presencia, con su efímero respirar. Soñadora tan fuerte y frágil a la vez.
¡Amor! Quería gritar, pero las palabras no salían de su boca. Soñadora no podía hablar, estaba petrificada. Temía que todo fuese un sueño; que un simple suspiro, una suave brisa fuera suficiente para arrastrarla de nuevo a la realidad.
 Sin embargo, él se acercaba y la agarraba por la cintura. Le corría un mechón de su pelo castaño y la miraba. Y simplemente se miraban, sin más. Pero alcanzaba, era suficiente. 
Y se abrazaban y lloraban. Ya nada los iba a separar. Sí mi amor – gritaba él, mientras dejaba escapar el llanto irremediable. Sí mi amor, acá estoy.