miércoles, 8 de agosto de 2012

Soñadora


Soñadora se ataba el pelo. Miraba para arriba y lo veía. Su cara la completaba, la llenaba. Estaba ahí, tan cerca... Pero ella lo sentía lejos, lejos como siempre había estado. Soñadora no creía en nada, ni siquiera en el amor. Pero él bajaba las escaleras, se acercaba. Cada paso que daba era un paso menos, el encuentro, inevitable, gritaba desesperado. Sus corazones también. ¿Unirían al fin sus bocas en una? Cuántas veces había imaginado soñadora aquel momento, ese uno, ese infinito, las palabras eran insuficientes para describirlo.
Él se acercaba, y se seguía acercando. Soñadora, escéptica, esperaba impaciente. Lo necesitaba, era su cable a tierra, él la mantenía con vida. En su respirar ella encontraba consuelo, nada malo pasaría mientras él estuviera ahí, con ella.
Y finalmente sucedía. Allí estaban los dos, a un paso de distancia. Una lágrima caía del rostro de Soñadora. Un millón de imágenes pasaban por su cabeza. Su infancia rota, un abrazo partido. Pero a pesar de todo él seguía ahí, no había desaparecido. Él con su eterna presencia, con su efímero respirar. Soñadora tan fuerte y frágil a la vez.
¡Amor! Quería gritar, pero las palabras no salían de su boca. Soñadora no podía hablar, estaba petrificada. Temía que todo fuese un sueño; que un simple suspiro, una suave brisa fuera suficiente para arrastrarla de nuevo a la realidad.
 Sin embargo, él se acercaba y la agarraba por la cintura. Le corría un mechón de su pelo castaño y la miraba. Y simplemente se miraban, sin más. Pero alcanzaba, era suficiente. 
Y se abrazaban y lloraban. Ya nada los iba a separar. Sí mi amor – gritaba él, mientras dejaba escapar el llanto irremediable. Sí mi amor, acá estoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario