Escribo los versos más lindos y
tristes, porque en cada uno de ellos, estás vos. Y cierro los ojos y te veo. Y
sueño, sueño un poquito, que estás acá conmigo. Que me abrazás, un abrazo tan
cálido, tan real, tan nuestro. Y mientras tus brazos recorren mi cuerpo,
mientras siento tu aliento en mi cuello, me decís que me querés, que soy tu
todo. Que lindas palabras aquellas que pronuncias, porque las sentís. Basta
mirar tus ojos tan negros, tan profundos, tan sinceros; para no dudar más.
Pero al abrir los ojos, me
enfrento con la cruda realidad. Miro por todas partes, te busco desesperada.
Pero sé que no estás, sé que todo había sido un sueño, mi imaginación. Sé que
estoy sola, tan sola como siempre. Pero soy fuerte, eso me digo a mi misma, y
no lloro. No lloro por no tenerte, no lloro por no poder besarte, no lloro
porque no seas mío.
En cambio escribo, escribo los
versos más lindos y tristes, porque en cada uno de ellos, estás vos.
Como un caracol ando por la vida,
defendiéndome, protegiéndome en mi interior. Pero, al igual que el caracol,
bastaría un simple golpe, para quebrarme completamente.
Yo ya estoy rota, pero no me
derrumbé. Quizás porque albergo esperanza de que me quieras. Quizás, sin ser
más, soy una soñadora. Quizás son los sueños lo único que me mantienen con
vida, lo que me incentivan a seguir respirando, corta y pausadamente, pero
respirando. Y quizás, un día me despierte y deje de soñar, y allí mi golpe
definitivo, mi derrota. Quizás en ese momento, me atreva a afirmar lo que por
ahora no puedo pronunciar, lo que no me atrevo siquiera a pensar. Que no me querés.
Pero mientras tanto, solo escribo
los versos más lindos y tristes, porque en cada uno de ellos, estás vos.
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