viernes, 24 de enero de 2014

Soledad

Todo es tan triste en esta ciudad, somos dos, somos una. Soy buenos aires una noche de invierno. Hace tanto frío que tengo ganas de llorar, y salí desabrigada tratando de estar más linda. Qué delirio. Casi que me río, pero no. Tanto no. Nunca es tanto y nunca alcanza. 
Quiero fumar desesperadamente pero el viento me lo impide. Una gota cae sobre mi nariz, me susurra al oído cosas lindas y la ignoro. Mentira, ¿qué estás diciendo? ¿A quién le mentís? Todos nos mentimos un poco, es parte de la esencia humana. De nuevo me encuentro perdida, vagando por las calles vacías. Soy eso. Llueve un poco y casi que no me doy cuenta, hasta que de repente sí. Ya no se puede hacer nada. Estoy sola y empapada, otra vez. Somos dos, somos una; la lluvia, yo; yo, la lluvia y estar mojada; la lluvia y llorar y el agua y llorar.
Todos nos sentimos especiales, únicos, pero somos tan iguales que da miedo. Qué miedo que da esto. Y no sé a qué me refiero cuando digo ésto, pero yo me entiendo. Tarada, idiota, Basta-de-decir-yo, narcisismo puro, contradicción tras contradicción. No lo puedo evitar, en el fondo soy más cursi de lo que creo... Vení y pegame, ahora que no me importa nada. Mentira nuevamente, todo me importa demasiado.
Se me cruzó esta frase por la cabeza y me dejó pensando: quizás me aferro tanto a las cosas porque ya perdí demasiado.
Nada de todo esto tiene sentido, pero, por otra parte, ¿qué es el sentido? ¿Qué cosas si tienen sentido? No te hagas la metafísica que no te sale nada bien, volvé a tu casa que ya es muy tarde. Volvé a casa, grito desesperadamente. Pero nadie me escucha, estoy sola como siempre.